Un amigo canario me ha pasado una noticia aparecida en el periódico tinerfeño El Día. Resulta que la Concejalía de Fiestas ha decidido obligar a las carrozas y coches engalanados que quieran participar en el archifamoso Carnaval de Santa Cruz a pasar la inspección técnica de vehículos. Este amigo, carnavalero de toda la vida, está bastante indignado, sentimiento que se ha extendido rápidamente por toda la isla.
Y no es para menos, por varias razones. En primer lugar, por una cuestión de puro sentido común: las carrozas no son vehículos pensados para circular por nuestras carreteras. Resulta ridículo, por lo tanto, exigirles superar una inspección que carece por completo de función. Además, es prácticamente imposible que las carrozas superen la ITV, dado que cualquier modificación (desde un altavoz a una barandilla) será difícilmente homologable…
La segunda razón por la que la organización se queja es porque ya pasan una pre ITV y cumplen con la normativa impuesta por la propia concejalía hace algunos años, y que requiere que las carrozas que cuenten con un seguro, un proyecto técnico, un extintor y que sean trasladadas en grúa al recinto ferial, lo que ya ha acabado con la tradición de llegar al cuadrilátero donde se inicia la Cabalgata.
Más que del Carnaval, la medida parece propia de los Santos Inocentes
En tercer lugar, es absurdo por una cuestión puramente técnica, pues se les ha comunicado dicha decisión después de haberse cerrado el plazo de inscripción. Esto es a todas luces irregular en cualquier procedimiento administrativo o legal que se precie de serlo. Suena más bien a medida improvisada y poco meditada que sólo puede acarrear problemas.
Para terminar de rizar el rizo, es difícil imaginar a un guardia civil multando a una carroza por circular sin ITV (bueno, salvo que sea un carnavalero disfrazado de guardia civil), máxime si tenemos en cuenta que el responsable de lo que ocurra en el recinto es la propia Concejalía de Fiestas. Es como pensar en multar a la Reina del Carnaval por exhibicionismo…
Afán recaudador o simple cortedad de miras son algunas de las razones que los chicharreros encuentran a semejante idea. Lo que más les cabrea es que este legalismo claramente innecesario pone en peligro uno de los elementos fundamentales de la fiesta. Desde luego, parece un buen leit motiv para las murgas más que una decisión seria de los organizadores del festejo. Ojalá quede en una simple anécdota.