Tener un vehículo en la puerta de casa a nuestra disposición, sin rutas fijas ni horarios restringidos,
constituye un ejemplo evidente de desarrollo de la libertad personal. Sin embargo, esa libertad de
movimiento puede considerarse un lujo muy caro si contabilizamos la cantidad de obligaciones que hay
que atender, casi siempre previo pago por nuestra parte de la correspondiente tasa, prima, impuesto,
boleto, sanción, recargo…
Una obligación que a todos nos resulta un incordio cuando llega el momento de cumplirla es la
inspección técnica periódica de nuestro vehículo, pero que debemos verla como un servicio de gran
utilidad a la sociedad. Dejando al margen su labor recaudadora y la polémica sobre la disparidad de
precios entre comunidades autónomas -lo que deja en evidencia a las administraciones que fijan los
precios no en función del coste del servicio sino de los ingresos que les reportarán- hay dos ventajas
principales que también son teóricamente las razones de la existencia de la ITV: su contribución a la
seguridad vial y la preservación del medio ambiente mediante el control de las emisiones
contaminantes de los vehículos.
Primero, sobre su función clave en la seguridad vial, si observamos las estadísticas de rechazos por
defectos graves y muy graves, nos haremos una idea de la cantidad de problemas que, de no obligar a
subsanarlos, constituirían serios riesgos para todos los que compartimos las vías públicas. Pero no sólo
lo referente a fallos y deficiencias, sino también denegando reformas y adaptaciones de vehículos que
no se ajustan a la normativa vigente, siendo una competencia de la ITV que ejerce como representante
de la administración en Industria. Es sorprendente la temeridad de algunas personas que pretenden
convertir su vehículo en un auténtico engendro mecánico; y que no llegamos a ver nunca por las
carreteras porque la ITV se encarga de que así sea.
Segundo, es evidente también el beneficio que todos disfrutamos y el medio ambiente en general al
existir un control sobre las emisiones de gases contaminantes. Si la atmósfera en zonas saturadas de
vehículos es ya de por sí muy perjudicial, ¿cómo sería de irrespirable de no realizarse un control de
emisiones? Otra cuestión a tratar en otro tema sería que esas emisiones podrían ser menores si muchos
conductores asumieran el circular de forma eficiente, lo que no quiere decir lentamente ni que se
limite su libertad de movimiento.
Por tanto, llevar nuestro vehículo a la ITV nos supone perder un tiempo y un gasto más que añadir al
hecho de tener un coche en propiedad, pero que al final redunda en un beneficio claro para todos.
Hay un coche de matricula M-0253-KJ de año 1989 en el garaje comunitario. Una vez o algo así a la semana deja el motor encendido de su coche parado en el garaje comunitario y sale el olor muy fuerte de gases de escape hasta la primera planta del piso y el ascensor.
Me afecta fuerte la garganta por la contaminación.
Pero no sé si había revisado la ITV